martes, marzo 22, 2011

En el Corazón de la crisis planetaria

Con relación a la crisis planetaria, Edgar Morin ha propuesto algunas reflexiones desde el pensamiento complejo, las cuales hemos analizado en el Curso Cultura y Ambiente, que venimos desarrollando en el IDEA-Universidad Nacional de Colombia.

A continuación damos a conocer algunos de los mejores trabajos elaborados por los estudiantes del curso, en torno al tema,los cuales plantean interesantes reflexiones, interrogantes y comentarios desde su perspectiva universitaria.

Angie Gómez Duarte, estudiante de Ingeniería Química señala al respecto: La crisis planetaria es un problema bastante complejo. El problema tiene sus inicios desde las épocas de conquista y colonización, permitiendo la relación entre todas las partes del mundo, luego vino la descolonización, y consigo los derechos humanos. Tiempo después el mercado de Estado se torna mundial y regula la economía, que invade todos los sectores humanos, los medios de comunicación hacen posible la información en cualquier lugar del planeta, haciendo que los aspectos técnicos y económicos sean quienes dominen la llamada “Globalización”, última etapa de esta crisis, la crisis planetaria.
El problema está en que la globalización contribuye netamente a la unificación del planeta; ¿y qué de sus partes?, ¿qué hay de los objetos que conforman a este sistema?, ¿dónde queda la identidad de cada nación, su cultura, su religión?.Estamos atravesando una dura crisis, en donde la pérdida de la cultura y de la identidad es uno de los principales problemas. Nos estamos convirtiendo en una sociedad fría y calculadora, es evidente que los objetivos y las metas no son el bienestar común. Cada individuo labra su camino en torno a sí mismo, a sus intereses propios. El dinero se ha convertido en nuestra medida, y lo que no tenga que ver con este no tiene un valor real, un claro ejemplo son las amistades, según Marx, la ley anónima de la mercancía aniquila todas las relaciones humanas, que se caracterizan por su gratuidad. Y es que se debería entender que no todo puede ser medido en dólares, hoy hay ricos y pobres, pero la verdadera importancia está en la gran desigualdad medida por las restricciones, los pobres tienen difícil acceso a los derechos fundamentales como la salud. Es por ello que tienen mucho más peso las injusticias morales que las materiales.Pero si la medida del valor de las cosas está dada por el dinero, ¿a qué plano pasarían las cosas inmedibles?, ¿en qué lugar quedarían las cosas que siempre fueron importantes?, ¿qué hay de la felicidad, de la alegría, de la tristeza?. Seguramente sigue siendo importante gracias al pincelazo de cultura que aún no ha sido desligada de cada individuo, a esa fracción de identidad que aún no ha desaparecido.
El mundo atraviesa una época de “desarrollo” regida por grandes avances tecnológicos y excelentes progresos científicos y médicos, hechos que acarrean una inimaginable autodestrucción. La creación de la letal bomba nuclear permite ver a grandes rasgos uno de los inventos del hombre para destruir a su propia raza, para aniquilar a toda la humanidad. En un principio la naturaleza vivía en armonía, tenía venas de vida, pero a medida que avanzó el tiempo comenzó a expandirse la raza humana, y a su vez su deseo por intentar controlar las leyes y las fuerzas de la naturaleza. En el siglo XVII llegó la revolución industrial y a su paso las terribles consecuencias de sus “maravillosos desarrollos”, máquinas implacables productoras de toda la contaminación ambiental, polución, lluvias ácidas y otros factores que desencadenan daños irreparables a la atmósfera, a los ecosistemas, y sobre todo a los seres humanos. Somos víctimas de nuestro propio invento. El desarrollo que antes ostentaba ser un gran futuro resulta ser quien nos lleva a los vestigios de nuestro hogar, a acabar con todo lo que tocamos, a terminar reduciendo nuestras propias esperanzas de vida. Cada vez somos más propensos a la muerte, cada vez el riesgo de vida es mayor, enfermedades respiratorias, mutaciones que tienen raíz en la explosión de las bombas atómicas, manifestaciones de la naturaleza como sequías debido al calentamiento global, terremotos y huracanes, ¿Es este nuestro prometedor futuro?. Tal vez sea parte del plan, tal vez las leyes de la termodinámica esperan la desaparición de la raza humana para que la tierra vuelva a su equilibrio.
La crisis planetaria es un problema que afecta por igual tanto a culpables como a inocentes, es una crisis que nos aqueja a todos. Es hora de detenernos y pensar en lo que nos hemos convertido, y en lo que estamos haciendo por salvar nuestra vida, nuestro hábitat, nuestro planeta. Edgar Morin en su escrito “En el corazón de la crisis planetaria” esboza conceptos muy importantes y dicientes, que nos conllevan al enfoque hacia el análisis correcto del problema. Queda aún mucha tela por cortar, pero lo que sí es cierto es que el cambio comienza desde cada individuo, comienza por dejar de lado el híperindividualismo al que hemos llegado, aquel que nos genera vicios de la especializad exagerada impidiéndonos la certera visión del todo como ente global, y a su vez de lo fundamental como partes que forman este ente. De ahí es necesario extrapolar, lo importante es poder asimilar el todo en conjunto y el todo dividido en sus partes fundamentales, ver la unidad y el conjunto son los principios básicos para comenzar a estudiar este caso base, esta discusión que nos incumbe a todos.

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